Este mes de Noviembre se celebra el día internacional contra la violencia de género. En nuestro colegio en el tercer ciclo de Primaria y en ESO, vamos a representar unos fragmentos de esta comedia de José López Pinillos, autor muy ligado a nuestro pueblo, pues pasó algunos años de su juventud viviendo en Carrión.
La obra retrata como muchas de sus obras, la pugna entre el hombre y la mujer. El hombre con roles machistas en donde la honra es la base de su masculinidad y ella que quiere liberarse y que ya no se somete. Muchas de su obras muestra como esta dualidad termian con la muerta de una de las partes o el abandona y el aislamiento.
En el caso de esta obra "La casta", también refleja la diferencias sociales entre el mumdo rural y el urbano.
Os dejamos este enlace por si queréis leer la obra completa
El argumento de la obra es el siguiente:
Clara Valdemar, muchacha de una noble cuna, se casó con José Lajín, procedente de una baja extirpe social. No sólo ese hecho disgusta a su padre don Felipe Valdemar por parecerle una deshonra, sino que la joven y noble criatura se ve martirizada por los atropellos y las indelicadezas con los que choca en su nueva familia. Ello provoca una crisis sentimental que hace que la joven esposa amenaza con separarse de su esposo para ir a buscar su felicidad fuera del hogar. Ese problema se engrandece hasta el punto de que opone a las dos familias políticas: la familia de Clara, que es la de Los Valdemar, y la de José, que es la de Los Lajín. Los Lajín habían sido, años atrás, súbditos de Los Valdemar. Precisamente, el abuelo de José Lajín, don José Lajín, y su padre, Rufino Lajín, habían sido criados de don Felipe Valdemar. Cuando José Lajín que es hijo de Rufino Lajín contrae matrimonio con Clara Valdemar, hija de don Felipe Valdemar, éste se ve humillado ante la idea de que el marido de su hija es el hijo de los que habían sido sus criados. Es, para él, una deshonra. Sin embargo, al mismo tiempo, observa que el marido es un joven con estudios, con carrera, lo cual le confiere una consideración inédita no sólo en su familia, sino en su sociedad. Ambas familias viven
en Benalcázar, pueblo ficticio de Andalucía. Dos años después de la boda, Clara Valdemar se desilusiona con su marido al comprobar que aunque es un hombre leído, es tan bruto como todos los de su casta. El propio marido lo reconoce y achaca la culpa de sus malos modales a su familia.
José Lajín había estudiado en el mismo pueblo, sin ir a la ciudad, y quedó impregnado de la cultura del medio: hombres borrachos, brutales, cuya única ocupación es trabajar en las fincas rurales, como son los olivares de José Lajín y su padre Rufino Lajín. Junto a esos hábitos, hay que señalar que el matrimonio se entiende dentro de la casta de Los Lajín como un sistema patriarcal en el que el hombre es la cabeza de familia y la mujer vive bajo su absoluto dominio. Clara, que viene de una familia noble, no estaba acostumbrada a vivir a lo campesino, como ir a coger las aceitunas a diario; tampoco había aprendido que la vida de una mujer se limita a obedecer a su marido y a dedicarse exclusivamente a los quehaceres de domésticos. No puede amoldarse a ese primitivismo y, al cabo de dos años, la vida le parece tan pesada que tiene la impresión de haber aguantado más de diez años a su marido. Valora la idea de que las cosas humanas tienen un límite; por lo tanto, su paciencia también tiene límite.
La necesidad para ella de buscar una salida a su condición de mujer abusada, de reconquistar su dignidad, de salir de esta casta, de este infierno, se impone. Pero nada es fácil para ella. Los demás miembros de la familia de su marido la odian y lo hacen todo para que sufra más. El caso de Pepa, la prima de José Lajín, es uno de los más denunciados.
Acaba peleando con Clara, porque piensa que tiene tantos derechos sobre ella como su esposo. Jesusa, la suegra de Clara, es otra protagonista de este enredo matrimonial. Para ella, Clara es la que rompió la paz en su familia. Jesusa dice que su nuera reúne todos los requisitos que hacen que una mujer sea mala e inútil: no sabe trabajar en el campo; no sabe recoger una casa, ni cocinar; no quiere cuidar a su abuela Tía Curra, La Pulga; no se somete a la autoridad de su marido y, peor aún, es una mujer estéril que no ha podido dar a la familia a un nieto. Para Jesusa, esos requisitos son los que constituyen el ideal de mujer que su nuera debe contemplar.
Pero, no va a ser así. Clara se da cuenta de que está considerada como un "bicho raro" y se niega a definirse así. Su primera actitud es poner a su padre don Felipe Valdemar al tanto de su vida hecha un caos en su hogar.
Su padre intenta recordarle los valores como es la paciencia y la reflexión, aconsejándola que tenga paciencia y que reflexione antes de tomar una decisión. Su hija le expresa su hartazgo y la imposibilidad para ella de adaptarse a la educación de la familia de su marido. Cuando don
Felipe se entera de que su yerno pega a su hija después de emborracharse y le dice toda clase de ofensas, cambia de opinión y se resuelve a sacar a su hija de la casta en que se metió. Ante la resistencia de su yerno de ceder a Clara, don Felipe le acomete. Adrián Valdemar, hermano de Clara,
apoya a su padre amenazando a su cuñado José Lajín. Pero Clara se interpone en el medio, ayudada de Gervasio Valdemar, hijo de don Felipe y hermano de Clara y de Adrián. A pesar de ser de Los Valdemar, Gervasio actúa siempre en pro de su cuñado José Lajín y para una reconciliación del matrimonio. Clara y Gervasio impiden el desastre. A continuación, José Lajín encuentra a su prima Pepa y le aconseja que pida perdón a su mujer, por lo de la pelea. Pese a una inicial resistencia, Pepa
consiente seguir el consejo de su primo. Por otra parte, se entrevista con su mujer, invitándola a aceptar el perdón de su cuñada Pepa. Clara se niega en redondo. Para ella, será una forma de arrepentirse y de humillarse. El padre de Clara, don Felipe, vuelve a provocar un encuentro
entre su yerno y él. Le pide que separe a Pepa de Clara; ya que ambas viven en la casa de Rufino, padre de José Lajín. En la misma es donde viven el propio José Lajín, su madre Jesusa, sus abuelos Tía Curra, La Pulga y Tío don José Lajín. Y allí suelen ir unas amigas de Clara y de Pepa, como son Dionisia y Paula. José Lajín no acepta separar a las dos criaturas que son todas importantes para él: una, su mujer, otra, su prima. mbas relaciones tiene una importancia destacada par el joven marido.
Entonces es cuando don Felipe decide llevar a su hija. Está apoyado por su hijo Adrián Valdemar. La propia Clara se opone a la decisión de su padre y traduce la necesidad de seguir compartiendo la vida con su compañero sentimental. Su padre llama su atención sobre el resurgimiento de nuevos atropellos e indelicadezas de su marido, pero la postura de Clara es irreductible. Ante el intento y el empeño de don Felipe de llevar a su hija a la fuerza, Rufino Lajín le echa de su casa, y con él, su hijo
Adrián. Sabiendo que la casa de Rufino había pertenecido antes a don Felipe, éste recuerda ese hecho al actual propietario. Pero Rufino le replica que ganó la casa honradamente. Clara consigue así menospreciar la autoridad de su padre, que sale y se va, decepcionado. Entre Clara y su marido, Clara le recuerda la necesidad para ella de vivir en paz y digna.
Defiende con ahínco ese deseo. En cuanto a su marido José Lajín, expresa su voluntad de cambiar y mejorar su conducta para con ella. Pero ella le exige una cosa: salir de Benalcázar. Este proyecto es difícil para José Lajín, que no mira con buenos ojos lo de separarse de su familia y abandonar las fincas de su padre, futuro caudal suyo. Finalmente, el matrimonio acuerda ir a vivir en la Capital. Es la salida de la casta, la destrucción de la misma con sus valores primitivos. Es una actitud reformista por parte del dramaturgo. Es la valoración del juicio de la mujer como requisito importante para su proceso emancipador en la sociedad. Es la destrucción de los sistemas patriarcales donde sólo el
hombre hace prevalecer su opinión. Es la toma de conciencia de la necesidad de buscar la igualdad entre los dos sexos.
Estos son los fragmentso que se trabajarán:
sábado, 14 de noviembre de 2015
lunes, 9 de noviembre de 2015
LITERATURA DE TERROR
ADIÓS A LOS MONSTRUOS
DONDE VIVEN LOS MONSTRUOS
DE VERDAD QUE QUERÍA
LA CASA DEL JUEZ BRAM STOKER
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BRAM STOKER
EL GATO NEGRO EDGAR ALLAN POE
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EDGAR ALLAN POE
EL TERRIBLE ANCIANO H.P. LOVECRAFT
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H.P. LOVECRAFT
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LA DILIGENCIA NOCTURNA AMELIA EDWARS
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LA MANO GUY MAUPASSANT
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GUY MAUPASSANT
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STEPHEN KING
LA COSA EN EL FONDO DEL POZO STEPHEN KING
Oglethorpe Crater era un niño horrible y
miserable. Adoraba atormentar a perros y gatos, arrancarles las alas a las
moscas, y observar cómo se retorcían los gusanos mientras los estiraba
lentamente. (Esto dejó de ser divertido cuando se enteró de que los
gusanos no sienten dolor.)
Pero su madre, que era tonta como ella sola, no advertía ni sus rarezas ni sus demostraciones de sadismo. Un buen día, cuando Oglethorpe y su mamá regresaron a casa desde el cine, la cocinera abrió de un portazo, presa de un ataque de nervios.
— ¡Ese niño espantoso atravesó una soga en los escalones del sótano, así que cuando bajé a buscar patatas me caí y casi me mato! —gritó.
— ¡No le creas! ¡No le creas! ¡Ella me odia! —lloró Oglethorpe con las lágrimas saltándole de los ojos. Y el pobrecito Oglethorpe comenzó a sollozar como si le hubieran roto su pequeño corazón.
Mamá despidió a la cocinera y Oglethorpe, el pequeño y adorado Oglethorpe, subió a su cuarto a clavarle alfileres a Spotty, su perro. Cuando mamá preguntó por qué Spotty estaba llorando, Oglethorpe le respondió que se había clavado un vidrio en una pata. Dijo que se lo arrancaría. La mamá pensó: «mi pequeñín Oglethorpe es un buen samaritano».
Entonces, un día, mientras se encontraba en el campo buscando más cosas a las que poder torturar, Oglethorpe descubrió un pozo profundo y oscuro. Gritó, creyendo que escucharía un eco.
— ¡Hola!
Pero una suave voz le respondió:
— Hola, Oglethorpe.
Oglethorpe miró hacia abajo pero no pudo ver nada.
— ¿Quién eres? —preguntó Oglethorpe.
— Ven, baja —le dijo la voz—, y nos divertiremos mucho.
De modo que Oglethorpe bajó.
El día transcurrió y Oglethorpe no regresó. Su mamá llamó a la policía y se organizó una batida de rescate. Durante algo más de un mes buscaron al pequeño y adorado Oglethorpe. Justo cuando estaban a punto de rendirse encontraron a Oglethorpe en un pozo, y bien muerto.
¡Y vaya manera de morir!
Tenía los brazos arrancados, de la forma en que lo hacen las personas cuando les arrancan las alas a las moscas. Le habían clavado alfileres en los ojos y mostraba otras torturas demasiado horribles de describir.
Cuando envolvieron su cuerpo (o lo que quedaba de él) y se marcharon, realmente les pareció escuchar una risa proveniente del fondo del pozo.
Pero su madre, que era tonta como ella sola, no advertía ni sus rarezas ni sus demostraciones de sadismo. Un buen día, cuando Oglethorpe y su mamá regresaron a casa desde el cine, la cocinera abrió de un portazo, presa de un ataque de nervios.
— ¡Ese niño espantoso atravesó una soga en los escalones del sótano, así que cuando bajé a buscar patatas me caí y casi me mato! —gritó.
— ¡No le creas! ¡No le creas! ¡Ella me odia! —lloró Oglethorpe con las lágrimas saltándole de los ojos. Y el pobrecito Oglethorpe comenzó a sollozar como si le hubieran roto su pequeño corazón.
Mamá despidió a la cocinera y Oglethorpe, el pequeño y adorado Oglethorpe, subió a su cuarto a clavarle alfileres a Spotty, su perro. Cuando mamá preguntó por qué Spotty estaba llorando, Oglethorpe le respondió que se había clavado un vidrio en una pata. Dijo que se lo arrancaría. La mamá pensó: «mi pequeñín Oglethorpe es un buen samaritano».
Entonces, un día, mientras se encontraba en el campo buscando más cosas a las que poder torturar, Oglethorpe descubrió un pozo profundo y oscuro. Gritó, creyendo que escucharía un eco.
— ¡Hola!
Pero una suave voz le respondió:
— Hola, Oglethorpe.
Oglethorpe miró hacia abajo pero no pudo ver nada.
— ¿Quién eres? —preguntó Oglethorpe.
— Ven, baja —le dijo la voz—, y nos divertiremos mucho.
De modo que Oglethorpe bajó.
El día transcurrió y Oglethorpe no regresó. Su mamá llamó a la policía y se organizó una batida de rescate. Durante algo más de un mes buscaron al pequeño y adorado Oglethorpe. Justo cuando estaban a punto de rendirse encontraron a Oglethorpe en un pozo, y bien muerto.
¡Y vaya manera de morir!
Tenía los brazos arrancados, de la forma en que lo hacen las personas cuando les arrancan las alas a las moscas. Le habían clavado alfileres en los ojos y mostraba otras torturas demasiado horribles de describir.
Cuando envolvieron su cuerpo (o lo que quedaba de él) y se marcharon, realmente les pareció escuchar una risa proveniente del fondo del pozo.
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